Amor y política

La palabra “amor” es uno de los términos más usados en nuestras conversaciones. Aparece en las canciones, películas, mensajes y comunicaciones de todo tipo, pero hay ámbitos importantes de la vida en los que no se usa nunca. Ha sido excluido en ellos de forma sistemática, sin que se haya alzado protesta alguna. Nadie habla en política de amor. Tampoco en economía. La razón que se aduce para tan extraño fenómeno es muy clara: estamos hablando de cosas serias.

El amor parece excesivamente débil y voluble como para proponerse como fundamento en temas que requieren firmeza y coincidencia en los criterios básicos. Se achaca al amor ser irremediablemente subjetivo, incapaz de dar una razón sólida para la construcción responsable de una sociedad que pide una estabilidad suficiente para dar seguridad a las personas (…)

Los grandes sistemas éticos que han predominado en el siglo XX: el kantismo y el consecuencialismo, han desechado por principio cualquier apoyo en la esfera amorosa. No podemos extrañarnos, por tanto, de esa marginación en lo que atañe a la sociedad. Precisamente esta fue una de las grandes reivindicaciones de Benedicto XVI (véase la encíclica “Caritas in vertate”): mostrar el papel fundarte del amor en lo que concierne  a estas dos actividades sociales, la política y la economía. Por ello, pone el amor como luz principal para la comprensión del bien común.

Juan José Pérez-Soba

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