Belleza resucitada

En la resurrección del Crucificado hay espacio también para la -prometida y esperada belleza penúltima. Así el cristiano puede vivir los días laborales con el corazón de fiesta: la invocación y la espera de la eternidad garantizada en Cristo no son condena del destierro presente, sino redención y salvación de todo cuanto la fe en él y el amor alcanzarán a transfigurar desde dentro. Una vez más lo expresa la poesía, esta vez en la belleza singular del “Cant espiritual” de Joan Maragall:

Si el mundo ya es tan bello y se refleja,

Oh Señor, con tu paz en nuestros ojos,

¿qué más nos puedes dar en otra vida?

Así estoy tan celoso de estos ojos

y el cuerpo que me diste, y su latido

de siempre, ¡y tengo miedo a la muerte!

Pues ¿con qué otros sentidos me harás ver?

este azul que corona las montañas,

el ancho mar, y el sol que en todo luce?

Dame en estos sentidos paz eterna

Y no querré más cielo que este, azul.

Bruno Forte

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