Santidad y belleza

La tradición cristiana, sobre todo la occidental, ha hecho una interpretación esencialmente moral de la santidad. Pero la santidad es gracia, es regalo que exige la apertura fundamental al don divino. La santidad plantea la primacía del ser sobre el obrar, del don sobre el deber, de la gratuidad sobre la ley.

Tener una conducta santa no es otra cosa que tener una “conducta bella”. Articulada como belleza, la santidad se manifiesta ante todo como un acontecimiento de comunión, en nada semejante a una empresa individualista, fruto del esfuerzo heroico de cada uno. Se trata de una comunión plasmada icónicamente en Moisés y Elías que aparecen en el pasaje de la Transfiguración en un “resplandor glorioso” (Lc 9, 31).

“¿Cómo no recordar la catedral de Chartres –afirma E. Bianchi- con las imágenes de los santos reunidos en torno al Buen Dios como rayos que proceden del único sol? La gloria de Aquél que es el “autor de la belleza” brilla en el rostro de Jesús”. 

“Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo” (2 Cor 4,6).

Si la belleza es “una promesa de felicidad”, como dice Stendhal, entonces todo gesto, toda palabra, toda acción inspirada en ella se convierte en profecía del mundo redimido, de la humanidad congregada en la Jerusalén celeste en una comunión sin fin. La belleza es profecía de la salvación.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: