
Leo en el «Levante» una interesante reflexión sobre los debates públicos escrito por Pedro López: “Dogma, en griego, es el principio indemostrable del que se parte para construir una ciencia. Otra palabra, también griega, para designar algo parecido, es axioma, aunque está ligada a los principios matemáticos indemostrables: por ejemplo, que el todo es mayor que la parte. Opinión es algo que se tiene por veraz, aunque necesite de argumentación. Demostración es el proceso por el que cual algo se concluye –no siempre necesariamente o al menos unívocamente- de unas premisas que pueden ser axiomáticas o bien deducciones de esos principios indemostrables (…)”
“En la sociedad de hoy, en la participación pública, se habla axiomáticamente, como si lo que resulta patente para uno, fuera de obligado cumplimiento para el otro. Nada más lejos de la realidad: no son axiomas, sino opiniones. Y las opiniones hay que fundamentarlas, argumentarlas, demostrarlas(…)”
Efectivamente, en los debates públicos actualmente se razona poco: “se lanzan puyas, se salen por peteneras, se van por los cerros de Úbeda, se insultan, se proclaman soflamas, se emiten juicios intencionales, se malinterpretan las palabras, se vocean lemas, mensajes y eslóganes que responden a consignas de los gerifaltes”. Es decir no se pretende razonar sino imponer.