
¿Habría sido necesario el comunismo si los cristianos hubieran sabido ser lúcidos y objetivos a su debido tiempo? ¿No estaba clara en la Biblia la preocupación humanitaria por los pobre y los explotados? Y de no haber existido las funestas alianzas entre los explotadores y la religión cristiana, ¿habría sido necesario el ateísmo moderno? Nos encontramos con que la vida proletaria y el movimiento obrero tuvieron que presentarse casi necesariamente en sentido ateo porque Dios no estaba a la vista durante los decenios cruciales del comienzo. Después de Cristo Dios solo puede manifestarse a los pobres en los cristianos que verdaderamente siguen la doctrina de Jesucristo. Pero el cristianismo, que no apoyó el movimiento obrero en su estructura popular campesina y pequeño-burguesa, apenas le facilitó el encuentro con Dios al aparecer más bien del lado de los explotadores. El ateísmo revolucionario de la hora inicial del movimiento obrero es un producto directo de la ausencia de Dios, es decir, de la ausencia de los cristianos.
¿Qué es lo que faltó? Una viva conciencia de fraternidad en lugar de una práctica religiosa farisaica y cerrada al mundo. ¿Para qué las sublimidades trascendentes, la atención al más allá, cuando las tareas cristianas las tiene uno ante las narices, hoy igual que en tiempos del “Manifiesto comunista”? ¡Cuántas exigencias de humanidad elemental quedan incumplidas porque los hombres alegan no tener tiempo para ellas! Aquí puede adelantarse el cristiano, aquí puede encarnar su religión.
Hans Urs von Balthasar