
Lo propio del hombre es ser libre; es lo que le distingue de los animales. La fuerza del ser humano no está en su cuerpo. Lo específicamente suyo es ser dueño de sí, capaz de hacer lo que ha decidido antes, pues obra tras deliberar con la inteligencia. La libertad configura y dirige la propia vida; es como el timón que nos lleva al buen puerto. Nos permite además ser dueños de nuestros propios actos, no estar dominado por los propios instintos, pasiones o pulsiones.
Estos pueden ser algunos aspectos de esa libertad radical del comportamiento humano:
- La libertad denota siempre apertura, encuentro, crecimiento con los demás; debe acercarnos al resto de las personas y a la realidad.
- Por eso el uso de la libertad debe ser ecológico y social, es decir, respetuoso con las leyes naturales y con los demás.
- La libertad debe hacernos crecer en tres esferas: personal (haciéndonos mejores personas), social (integrándonos mejor en la sociedad) y ecológica (siendo más cuidadosos con la naturaleza)
- Por eso la libertad nos acerca también a la realidad, a lo verdadero que nos rodea; y al revés, la verdad crea un horizonte mayor de libertad. La libertad no es arbitrariedad: tiene raíces.
- La libertad es inseparable de la ética, apunta hacia el bien, crece en contacto con el bien.