
¿Qué significa para un niño “ser libre”? Podemos afirmar que para una persona que no ha alcanzado la madurez la libertad es entendida exclusivamente como “estar libre de…” así, por ejemplo, el niño se siente más libre un día de vacaciones porque está libre de ir al colegio o la escuela. Toda escuela es, se quiera o no, una forma de coacción, una de las muchas coacciones con las que se moldea la vida del niño para darle la forma que la sociedad humana considera deseable.
Ahora bien, imaginemos que ese mismo niño va creciendo. Al hacerse algo mayor el niño desea ayudar a sus padres y se siente orgulloso cuando puede acompañar a su padre y llevarle el maletín, o cuando puede ayudar a su madre a hacer un dulce. En este “poder” el niño se siente crecido, capaz de participar en un mundo —que comprende quizá sólo en parte— al que antes no tenía acceso. Dicho mundo, el de las personas mayores, es el mundo de la libertad entendida como “poder hacer…” determinadas cosas, para lo cual se requerirá tener unos determinados conocimientos, adquirir ciertas habilidades, tener capacidad creativa, estar en condiciones de poder asumir responsabilidades, etc.
A medida que madura la persona, por lo tanto, se va produciendo una maduración del concepto de libertad desde la “libertad de…” a la “libertad para…” poder hacer algo, lo cual supone, ciertamente, un salto cualitativo importante. Una buena educación deberá tender a hacer ver al adolescente que encontrará su mayor satisfacción y se sentirá más profundamente realizado cuando ejerza en la vida la función a la que ha sido destinado, la función que se le ha confiado en el conjunto de la sociedad humana. A quien se le confía algo se le da a la vez una responsabilidad correspondiente. el peso de lo que se le pone en los brazos comunica a todo su ser un nuevo peso interior, y en la experiencia de ese peso consiste también, de algún modo, la experiencia de una más profunda libertad.