
Se dice de la pornografía que es difícil de definir, pero muy fácil de reconocer. Pienso que efectivamente es así, pero como universitarios no podemos rehuir el definir el fenómeno que en esta sesión queremos estudiar. Los españoles para dilucidar este tipo de cuestiones solemos acudir en primer lugar al Diccionario de la Real Academia y no me parece mal, pues en ese diccionario vienen registradas distinciones muy sutiles que operan en nuestra cultura a través de la lengua. En nuestro caso, las definiciones de los dos términos que nos ocupan son las siguientes5:
Pornografía. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas. 2. Obra literaria o artística de este carácter. 3. Tratado acerca de la prostitución.
Erotismo. Amor sensual. 2. Carácter de lo que excita el amor sensual. 3. Exaltación del amor físico en el arte.
Llama la atención la proximidad entre ambos términos, con la diferencia importante de que la pornografía es considerada «obscena», esto es, como algo que no debe aparecer en escena, y está relacionada con la prostitución, mientras que el erotismo alude más bien a la exaltación de la dimensión física y sensual del amor. Sin duda resultan útiles estas definiciones del diccionario, pero me parece que quizá puede resultarnos todavía más útil lo que escribió a este respecto el novelista Walker Percy, refiriéndose en particular a los libros:
«la pornografía se diferencia de otros escritos en que hace algo que los otros libros no hacen. Hay novelas que aspiran a entretener, a decir cómo son las cosas, a crear personajes y aventuras con los que el lector pueda identificarse. En cambio, la pornografía hace algo completamente diferente: trata de modo completamente deliberado de excitar sexualmente al lector. Esto es algo en lo que podemos estar de acuerdo los cristianos y los no cristianos, los científicos y los profesores de lengua, pues no tiene gran misterio. La pornografía, que es una transacción con signos, no es realmente diferente de la salivación del perro de Pavlov al oír el sonido de la campana que ha aprendido que ‘significa’ que llega la comida»6.
Por ello, prosigue con fuerza Percy y desde la experiencia que da el ser un autor consagrado de novelas,
«sea lo que fuere la pornografía, no es literatura, ni siquiera mala literatura. Es otra cosa. Poniéndolo en términos semióticos, la literatura tiene que ver con que yo escriba palabras acerca de algo que usted lea comprendiéndolo y —espero— con placer. La pornografía tiene que ver con que yo use palabras como estímulos que provoquen determinadas respuestas en usted. La literatura es una transacción «yo-tú» en la que los símbolos se usan para transmitir verdades de algún tipo. La pornografía es una transacción «yo-ello» en la que tú te conviertes en un objeto, en un organismo manipulado por estímulos. No es necesario, estoy seguro, decirles quien se convierte en el Ello en esta transacción. Es la mujer, por supuesto, todas las mujeres, que son degradadas en su persona misma al ser usadas como objeto».
Jaime Nubiola