
Aceptar al otro tal como es supone vencer la tentación de querer hacerlo a nuestra imagen y semejanza, sometiéndolo a ser “lo que siempre pensé que tendría que ser él/ella”.
Demasiadas veces, quizá por evitar conflictos, por ahorrarnos esas pequeñas “muertes” que suponen renunciar a nuestras ideas para buscar juntos, uno de los dos sucumbe convirtiéndose en la sombra del otro. Nos condenamos a repetir con tristeza la vida, aceptando la imposición que deja un regusto amargo para siempre.
“Si me obligas a responder a tus sueños, a tus obsesiones, a tus necesidades, … ya no somos dos que caminan unidos, que crecen juntos, que saborean el gozo de la victoria del amor sobre el egoísmo”.
Aceptar al otro tal y como es, con sus grandezas y sus miserias, sus genialidades y sus manías, con sus limitaciones y humores, es amarlo realmente. Esperar para amarlo a que sea lo que yo quiero que sea, no es amar, es amarme a mí mismo.
Aceptar al otro tal y como es, significa no decir nunca “me lo se de memoria”, “ya se todo lo que pueda decir”, es creer en él y esperar de él, es aceptar ese dinamismo interno de toda vida que nos hace insospechados cada día. Es asumir la realidad cambiante del otro, tantas veces insospechada.
Asi es! Me encanta y cuanta verdad encierra el texto.
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