
El la sociedad actual es fácil constatar un distanciamiento creciente entre el individualismo moderno, con su pretensión de un ser humano emancipado y autónomo, que se entiende a sí mismo y aspira a realizarse sin remitir a una alteridad (Dios y los demás), y el humanismo cristiano.
El yo moderno se considera una autónomo (“auto-nomos”, ley para si mismo), mientras que para una visión agustiniana, por ejemplo, el hombre se remite constitutiva y existencialmente a Dios y al prójimo. Sin la referencia a Dios y a los demás no puedo entenderme a mí mismo ni realizarme en mi personalidad auténtica, porque el yo humano remite constitutivamente (según su fin) a Dios y al prójimo. El fundamento y el sentido de la persona no se encuentran en sí misma: un ser humano ego-céntrico y auto-referencial se enajena, se pierde a sí mismo.
Luis Romera