Noviazgo y castidad

Si el noviazgo es un tiempo de preparación ¿cómo incorporar ahí lo afectivo y lo sexual? El poeta Mario Benedetti se extrañaba de que la gente «creyera en Dios» cuando «acariciar a una muchacha proporciona un placer casi divino». Este razonamiento siempre me provoca una sonrisa: es una pena que Benedetti conociera tan bien al ser humano y tan poco a Dios. Sí, acariciar a la persona amada es maravilloso…, sobre todo al principio. Y es precisamente en esa enorme fuerza, en ese placer tan intenso, donde reside el peligro. Me explico: es muy goloso pasar una tarde entera entre caricias y besos, aunque después de varias horas no hayamos avanzado un milímetro ni en nuestro conocimiento mutuo ni en nuestro compromiso. ¿Qué sucede entonces? ¿Es que expresarse cariño no tiene ningún valor?

Sí, la afectividad constituye un valor, pero uno entre otros muchos. Un noviazgo centrado mayoritariamente en la afectividad descuidará aspectos vitales y descompensará la relación. Con toda seguridad. Esto, por una parte. Por otro lado, muchos piensan: -Bien, podemos excluir la genitalidad, pero sabemos que lo sexual es mucho más que eso. Y entonces llegamos a la cuestión inevitable que se plantean todas las parejas que desean vivir cristianamente su relación: -¿Hasta dónde podemos llegar? 

La sociedad de hoy en los países occidentales ha terminado con el problema con una solución típicamente suya: el problema de los límites se resuelve quitando los límites. Pero las consecuencias de eso ya las sabemos suficientemente.

Así que centrémonos en la gran pregunta: ¿tiene cabida algún tipo de sexualidad en el noviazgo? Tal vez la cuestión clave para responderla está en lo que pretendamos: el fin primordial que se busca con un acto determinado. Por ejemplo, 1°- puedo besar a mi novia intentando expresarle ternura, aunque experimente sensaciones eróticas al hacerlo; o 2°- puedo besarla buscando fundamentalmente esas sensaciones eróticas en sí. Yo creo que, en el primer caso, nos encontraríamos con una realidad beneficiosa, y en el segundo, lo contrario. Alguien podrá objetar que todo está tan mezclado que es muy difícil distinguir una cosa de otra. Pienso que no, que no es tan complicado: en realidad es bastante sencillo si las cosas están bien equilibradas. Pero, claro, si unos novios han estado acariciándose y besándose durante horas mutuamente y dejando que la temperatura suba más y más, entonces sí cabe aceptar que, a esas alturas, las motivaciones estén ya bastante confusas: se ha buscado la ocasión de pecado.

En mi opinión, lo puramente sexual, aunque excluya la genitalidad, no debe ser nunca buscado en el noviazgo por sí mismo. 

Que, como consecuencia del afecto, del roce y la compañía, ese deseo sexual aparezca en la pareja, es totalmente normal, incluso bueno, pero no debe ser alimentado en sí ni con caricias ni con abrazos. Existen ciertas prácticas que, aún respetando la virginidad, me parecen menos dignas y tan pecaminosas como el mismo acto sexual.

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