Seres sexuados

Seguramente somos conscientes de la importancia que se suele dar a lo espiritual como un aspecto «superior» de nuestra persona. Pero quizá seamos menos conscientes de la importancia que tiene el cuerpo. Podemos tener un sentimiento amoroso, puro, espiritual, pero necesitamos del cuerpo para aterrizar ese sentimiento en una sonrisa o una caricia. 

Piénsalo, tu cuerpo es imprescindible para conocer y expresar el amor que culmina en entrega. Por eso tu cuerpo participa de la nobleza de todo lo espiritual; es necesario para que lo espiritual «aterrice». En realidad, todas nuestras acciones, la voluntad, la afectividad y la actividad estrictamente física actúan en perfecta continuidad e interdependencia. Alma y cuerpo no son dos realidades que conviven en mayor o menor armonía. Somos cuerpo espiritualizado o espíritu encarnado. El ejercicio de cada una de sus funciones se ve favorecido por el desarrollo equilibrado de las restantes y, cuando existe esa armonía, se perfeccionan. Cuerpo y espíritu son inseparables, aunque pretendamos separarlos como cuando un joven quiere pasárselo bien en un rollo en una fiesta, pensando que deja «aparcada» su alma para cuando decida amar. Esto es imposible y por eso a la larga duele. Por eso decía Benedicto XVI:

«Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera la materia. el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente su grandeza».

«Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es plenamente él mismo. Únicamente de este modo el amor el eros-puede madurar hasta su verdadera grandeza» (“Deus Caritas est”, 2005).

Procuremos cuidar esa unidad personal donde todo se encuentra. Cuanta mayor integración se consiga, más pura será tu mirada con la que verás “El beso” o a tu propia pareja.

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