
¿Por qué la mujer tiende a mostrar su cuerpo más que el varón? (II)
Es esencial la tendencia a ocultar los valores sexuales mismos, y en la medida sobre todo en que constituyen en la conciencia de una persona un «objeto de placer». Por esto no observamos este fenómeno en los niños, para los cuales el campo de los valores sexuales no existe, porque todavía no les son accesibles. A medida que van adquiriendo conciencia de ellos, van sintiendo el pudor sexual; en esos momentos, no es el pudor para ellos una cosa impuesta desde lo exterior, sino más bien una necesidad interior de su personalidad naciente.
El desarrollo del pudor —llamaremos así la aptitud y la disposición a tener vergüenza— sigue en las jóvenes y en las mujeres un camino diferente que el que toma en los jóvenes y en los hombres. Este hecho está en conexión con las diferencias de la estructura de las fuerzas psíquicas y en la relación de la sensualidad con la afectividad que hemos subrayado en el transcurso del análisis psicológico del amor. Siendo como es generalmente más fuerte y más acentuada en los hombres la sensualidad que hace considerar al cuerpo como un objeto de placer, parece que habría de esperarse que el pudor, en cuanto tendencia a disimular los valores sexuales del cuerpo, fuese más pronunciado en las jóvenes y mujeres.
Pero, al mismo tiempo, en la medida en que, por lo que a ellas toca, la afectividad supera a la sensualidad, ya que ésta más bien está escondida en aquélla, son ellas menos conscientes de la sensualidad y de su orientación natural que en los hombres. Por esto se dice frecuentemente que la mujer es por naturaleza más pudorosa que el hombre. Lo es, efectivamente, más, porque es más sensible a los valores de la persona, a una cierta masculinidad psíquica. Además, tanto una como otra masculinidad son experimentadas por la mujer más bien en el plano psíquico. Es precisamente esto lo que puede hacer difícil para la mujer el pudor. En efecto, al no encontrar en sí misma una sensualidad tan fuerte como la del hombre, siente menos la necesidad de esconder su cuerpo, objeto posible de placer. Un conocimiento del psiquismo masculino es, por consiguiente, necesario para la formación del pudor en la mujer.
El desarrollo del pudor en el joven o en el hombre presenta generalmente un proceso diferente. El hombre no tiene que temer la sensualidad de la mujer, tanto como ella teme la de él. En cambio, siente interiormente su propia sensualidad, lo cual es para él una fuente de vergüenza. Los valores sexuales están para él ligados más estrechamente al cuerpo y al sexo en cuanto objetos posibles de placer y así vienen a ser fuente de vergüenza. Tiene, por tanto, vergüenza desde luego de sentir de esta manera los valores sexuales de la mujer. Tiene también vergüenza de los valores sexuales de su propio cuerpo. Esto es tal vez una consecuencia de aquello: tiene vergüenza de su propio cuerpo, porque tiene vergüenza de la manera como reacciona ante el cuerpo de la mujer. Evidentemente, tiene vergüenza de su cuerpo también de una manera que podría decirse inmanente si designamos a la otra como relativa. El pudor es no solamente una respuesta a una reacción sensual y sexual ante el cuerpo en cuanto objeto posible de placer, una contra- reacción, sino también y sobre todo una necesidad interior de impedir que la mujer reaccione ante el cuerpo del hombre de una manera incompatible con el valor del hombre en cuanto persona. De ahí es de donde nace el pudor, dicho de otra manera, una disposición constante para evitar lo que es impúdico.
Karol Wojtyla
