El amor conyugal IV: Comunión

 La comunión es la forma más alta de unidad que puede darse entre nosotros. La comunión resulta de que en Jesús somos uno. O como decían otros: «Yo soy tú y tú eres yo». De todos modos, la comunión brota de ese flujo del darse y del ser acogido, que provoca un nuevo don. Mutuamente, porque no hay comunión si el movimiento no es recíproco. Yo quisiera ver la comunión como algo más que la culminación del amor conyugal. 

La comunión de hecho es el gran don que la pareja puede ofrecer. La fecundidad no será otra cosa que la llamada a un nuevo ser a participar de la comunión. Y su educación, hacerle entrar de alguna forma en esa comunión de amor de los padres. Y la amistad, esa ofrenda, que se hace al amigo de la comunión. Y la oración, dejarla brotar. Y el compromiso será la explicitación de ese impulso irresistible de toda comunión a convertirse en don. La comunión es el gran don de la pareja a sus hijos, a la familia, a la Iglesia, a la sociedad. Más que de los alimentos, o de la medicina, o de los vestidos, tienen vuestros hijos necesidad de que os queráis, de saber que os queréis (tienen que saberlo), de participar en vuestro amor. 

Más que del vaso de vino, o del café, o de la cena, o de vuestro trabajo, o de vuestra generosidad en compartir, tienen vuestros amigos necesidad de sentir el calor de vuestro amor. Es la presencia del Espíritu, por el sacramento, la que fortificará, hará estable y fiel,  dulce y dichosa vuestra comunión. En Él sois uno. A veces os puede parecer lejana teoría lo que de hecho es realidad. Posiblemente en vuestra propia vida, a pesar de todo. Se trata de ser conscientes de estas cosas que son sublimes, es verdad, pero que si  las pedimos, las buscamos y las cuidamos resulta que llega un día en que son verdad en nosotros. A veces somos los últimos en enterarnos. Sin duda que el amor conyugal es mucho más. ¡Hay tantas connotaciones en él! Es elección. Es llamada. Es fuente de libertad. Es dicha, Es fidelidad… Creo que esta reflexión es suficiente para ahondar en nuestro propósito de pintar un boceto de la espiritualidad conyugal.

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